Domingo 9 de marzo del 2025

Me quedan 14 balas.
Lunes 3 de marzo del 2025
Avancé menos de lo que pensaba. Me duele todo y tengo las manos llenas de ampollas.
Voy a dormir en un edificio-isla que está a más de doscientos metros de la costa, no creo que haya nadie. Pude entrar el bote por la ventana.
Espero que el río no suba mucho porque sino no lo voy a poder sacar.
Domingo 2 de marzo del 2025
El bote está listo, pero la costa es muy peligrosa para los que viajan solos. Me quedan 15 balas, y ni siquiera sé si el revolver funciona.
Voy a esperar que se haga de noche, y voy a encarar para sur. Pararé en los edificios-isla más alejados sólo si es necesario.
Lunes 24 de febrero del 2025,

Hace dos semanas que el agua sube. Hice unas marcas en la pared, trepa unos quince centímetros por día. Si sigue así me va a alcanzar en 42 días.

Tengo que irme, no sé a dónde, pero la necesidad agarrar el bote y desaparecer está creciendo más rápido que el río.
Sábado 22 de febrero del 2025,

La soledad le hace cosas a la gente,
coas extrañas.
Necesito narrar esto antes que sea demasiado tarde...
o más tarde aún


Viernes 29 de noviembre del 2024.

Hoy no pude pegar un ojo. Y ahora me duelen. Me quedé toda la noche esperando a ver si volvía a escuchar algo, pero nada. Voy a tratar de dormir, no puedo más.
Jueves 28 de noviembre del 2024.

Me desperté sobresaltado, no se por que, pero me dió la impresión que había alguien en el edificio. Era todavía de noche. Agarré el revolver y empecé a revisar los pisos. Primero fui arriba, hasta la terraza. Mire en todos los rincones, pero no encontré nada. Después empecé a revisar departamento por departamento, bajando piso por piso. El día empezó a clarear cuando llegué al segundo. El bote seguía ahí. No había nadie. Pero yo estoy seguro que de lo que sentí.



Miércoles 27 de noviembre del 2024.

Extraño a mi mamá.


Martes 26 de noviembre, 2024.

Hoy pasó un helicóptero.
Lunes 25 de noviembre, 2024.

Empecé a leer Un Mundo Feliz.
Lo leo despacio y actúo las voces en voz alta, para que dure más.
Domingo 24 de noviembre, 2024.

Fui al puerto a hacer trueque. El puesto al que siempre voy es de un tipo que se llama Duglas. Está medio loco, siempre anda con una toalla sobre los hombros, pero siempre acepta lo que llevo y siempre anda con algo que necesito.
Cambié veinte metros de cable por un poco de pescado y dos libros, estoy cansado de leer lo mismo. Me traje Un Mundo Feliz, de Huxley y Época de Bestias de un tal Ingratta.

Toda la ciudad está diluyéndose bajo cinco metros de agua oscura.
Sábado 23 de noviembre, 2024.

Hoy no trabajé, igual que ayer, igual que mañana. No hay trabajo pago, no hay más plata. No hay producción. Ahora usamos lo que hay hasta que se desintegra. Cuando no queden más cosas, no sé que vamos a hacer. Imagino que alguien se va a arremangar y se va a poner a construir algo.
Hoy no salí del departamento. Soy una cosa más, entre las cosas.

Tengo una de dos plazas, colchón, sábanas, una manta abrigada color rojo oscuro, una mesita de luz, un os cuantos libros -que ya leí todos-, la fotocopia de un cuadro que tiene un molino y un lago, dos sillas, una mesa, un mueble con estantes, un mazo de cartas incompleto, tres vasos, platos, dos tenedores, cuatro cuchillos, una cuchara, un abridor de latas, algunas latas de comida vencidas, una alfombra que parece más una mancha que una alfombra, un album de fotos de desconocidos, un reloj sin pilas, una caña de pescar, un espejo en el baño, un inodoro que funciona con balde y agua de río, bañadera, un videt, un botiquin vacío, la mitad de un equipo de aire acondicionado, y sueño, mucho sueño.
Viernes 22 de noviembre, 2024.

Hoy salió el sol. Subí a la terraza y colgué ropa. No la lavé, porque no tengo mucha agua, y la del río no lava nada, pero por lo menos el sol le saca el olor. Por lo menos el sol sigue funcionado. La luna también, y las estrellas están. Eso sigue igual, y seguirá igual, al menos, hasta que el hombre las alcance.
Mi edificio tiene siete pisos, estoy en una zona alta, así que el agua llega sólo hasta la mitad del segundo. Ahí guardo el bote. Es de madera con un motor fuera de borda de cinco caballos que no usé nunca. Lo uso con remos cuando salgo a pescar o a cazar cosas, o cuando voy al puerto a hacer un trueque.
Hoy comí pescado, estoy usando la madera del sexto piso.
Jueves 21 de noviembre, 2024.

Hace frío. Hay marea alta y está nublado. No tengo ganas de salir. Tampoco quiero dormir. Estoy molesto. Extraño ducharme. Había días en los que me bañaba dos veces...
Hoy, miércoles 20 de Noviembre del 2024, voy a empezar a escribir. Todavía no puedo creer que funcionen estas cosas. No sé si esto va a llegarle a alguien, o siquiera interesarle, pero no me importa.
Necesito contar. Contar lo que veo, lo que siento. Hace diez años que estoy solo, Buenos Aires esta sola. Desde que el agua subió, ya casi no queda nadie. Al principio me reía –hubo una época en la que me reía– y pensaba en todos esos boludos que compraron un departamento en Puerto Madero, ahora ya no me río. El agua llegó a todos lados.
Estoy el tercer piso de un departamento, tengo un bote escondido en segundo y todavía estoy vivo.
No estoy enfermo.
Es martes, el agua vino un lunes. Yo estaba yendo a laburar. Ahora todos los días son lunes.